Si hay una lectura que a mí me encanta, esa es la del Pájaro Enjaulado, una metáfora de cómo se sentía el gran Vincent Van Gogh y que le escribía a su hermano Théo.
Un pájaro enjaulado en primavera sabe poderosamente bien que hay algo
para lo cual serviría, siente poderosamente bien que hay algo que hacer,
pero no puede hacerlo. ¿Qué será? No lo recuerda bien, luego, tiene
ideas vagas y dice: “Los demás hacen sus nidos y tienen sus pequeños y
los cuidan”; y luego se golpea el cráneo contra los barrotes de la
jaula. Y la jaula queda ahí y el pájaro esta loco de dolor… “Ese es un
holgazán”, dice otro pájaro que pasa, “ése es una especie de rentista”.
Empero el prisionero vive y no muere, nada aparece por fuera de lo que
le pasa por dentro; está bien de salud, está más o menos alegre bajo los
rayos del sol. Pero viene la estación de las migraciones. Ataque de
melancolía “Sin embargo –dicen los niños que lo cuidan en su jaula-
tiene todo lo que necesita “. Pero él sigue mirando, afuera, el cielo
hinchado, cargado de tormenta, y siente dentro de sí, rebelión contra la
fatalidad. “Estoy enjaulado. Estoy enjaulado. Y, por lo tanto, no me
falta nada. Imbéciles. ¡Ah, por piedad, la libertad! ¡Ser un pájaro como
los demás pájaros!”
No falta ser estudioso, ni psicológo, ni un gran filósofo para entender que quería ser, hacer cosas y la sociedad, el tiempo, la religión...no se lo permitían..
Es muy complicado la impotencía de estar en una jaula..aunque bien cuidados..y quizás con barrotes de oro..pero no deja de ser una jaula.
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